4 de abril, 2005
“En vano aparecen en los programas matemáticas, física, química, biología, historia y aún filosofía. A todo ello podría aplicarse la exclamación de Hamlet: Palabras, palabras, palabras” Ricardo Jiménez. Colegio de Cartago. 1886
Si usted ingresa al sistema educativo de Costa Rica tiene dos alternativas. Se convierte en un trabajador o trabajadora del sector informal o se vuelve tonto o tonta. No se sabe cuál de las dos es más trágica.
La primera alternativa es no terminar el ciclo completo. Diversas estimaciones señalan que del total de 2.642.624 de adultos, personas mayores de 18 años, solo el 33% de personas han finalizado su secundaria. El 67% no la tiene e incluso tiene menos preparación. Hay 135.649 personas sin educación. 408.987 con primaria incompleta y, 349.772 personas con secundaria incompleta. La cobertura actual de secundaria, jóvenes entre los 13 y 17 años, es del 81%. El mercado laboral exige un mínimo de educación técnica para ser contratado y el MEP no cuenta con ningún programa para ellos. La falta de estudios le conduce a la economía informal.
La segunda opción es que termine el ciclo colectivo. Según diversos informes, un estudiante de noveno año no sabe redactar, desconoce la importancia de la identidad nacional, el papel de la geografía, la geometría y las estimaciones y mediciones de propiedades físicas. Un estudiante de bachillerato no sabe redactar y no comprende lo que lee, desconoce la historia reciente de Costa Rica y su institucionalidad, no domina la geometría, ignora los principios de la biología, la química y la física, no domina el inglés y no tiene la capacidad para resolver problemas.
En cualquier caso, la tragedia es mayor cuando se toma nota que algunos que finalizan terminan siendo, a su vez, educadores. Hace algunos años me referí a la desacertada actuación de las Universidades Públicas en la formación de docentes. Recientemente, tuve la oportunidad de dar lecciones a estudiantes que ya son educadores activos. Mencionar sus carencias profesionales es, a estas alturas, un argumento, casi, tautológico. Así que, cual Sísifo educativo, el país se encuentra encadenado a sus propios vicios.
No es de extrañar entonces que, para el actual Ministro de Educación de la Administración Pacheco, como lo declaró en una entrevista periodística, “Costa Rica no está al borde de un colapso educativo”. Tampoco es de extrañar que un viceministro de educación de la Administración Rodríguez aparezca ahora en el top ten de las pensiones de privilegio. ¿Si esos son los ejemplos; si esos son los funcionarios que encabezan o han encabezado las políticas educativas, podemos pedir peras al olmo?
Cuando los politiquerillos convertidos en incompetentes autoridades sean hechos a un lado, ojalá sin pensión de privilegio de por medio, habrá luz en el firmamento. Mientras tanto, mire a su lado y pregunte a su acompañante si terminó su educación formal. Oculte su propia reacción. Es innecesaria. Eso sí, si es un dirigente, periodista o contertulio deportivo omita la prueba, todos terminaron su educación.